La línea de crédito es un producto financiero que ofrece al consumidor o consumidora apoyo financiero constante durante un tiempo determinado. Las dos mayores ventajas de una línea de crédito son que el dinero siempre está disponible y a tu alcance, y que solo pagas por lo que utilizas. Podemos contratar una línea de crédito con un banco, caja de ahorros tradicional o con un servicio de finanzas tecnológico, en cualquier caso, la entidad financiera pondrá a nuestra disposición una cantidad determinada de dinero para que la usemos en su totalidad o de forma parcial durante un tiempo determinado, por ejemplo, 12 meses.
En ese periodo, dispondremos de un máximo que podremos gastar al día o al mes. A cambio, deberemos devolver la cuantía adeudada y pagar ciertos intereses y comisiones, los cuales varían considerablemente en función del plazo contratado, del máximo establecido y de la financiera a la que recurramos. Si no echamos mano de ese dinero, no tendremos que pagar por él, aunque ciertas entidades cobran un interés mínimo por mantener ese saldo disponible, aunque no lo usemos.
Aunque ambos, las líneas de créditos y los préstamos, son productos ideados para aquellas personas que necesitan apoyo financiero en una época determinada para afrontar determinados gastos, las diferencias entre uno y otro hacen que no estén indicados ni para el mismo tipo de cliente ni para afrontar las mismas necesidades económicas. Vamos a ver por qué.
A través de un préstamo, obtendremos toda la cantidad de dinero solicitada (cantidad fija) de una sola vez. En el caso de la línea de crédito, acudiremos a cuantías concretas en la medida en que las necesitemos siempre y cuando no sobrepasemos el límite pactado con la entidad.
Por eso, mientras el primero está indicado para abordar gastos elevados y grandes inversiones que debemos realizar en un corto periodo de tiempo y que no podremos devolver hasta pasados varios años, el segundo está pensado para ayudarnos a asumir gastos extras de forma recurrente y continuada (lo que se denomina “circulante”) durante varios meses.
Además, en un préstamo, estamos obligados a devolver el dinero más los intereses al finalizar el periodo de amortización pactado, que suele ser de varios años. En una línea de crédito, las devoluciones son periódicas.
En cuanto al tipo de interés, es inferior en el caso de los préstamos, en los que debemos pagar intereses desde el mismo momento en que disponemos del dinero. En las líneas de crédito, solo pagaremos los intereses de la cantidad de dinero empleada.
Los autónomos, jóvenes emprendedores y pequeñas empresas suelen recurrir de forma habitual a las líneas de crédito, pues les permiten adelantar el pago mensual a proveedores, retribuir las nóminas, etc. a tiempo cuando aún no han percibido los beneficios esperados de su actividad.
Sin embargo, los préstamos suelen estar indicados para grandes inversores, es decir, personas o entidades que van a hacer frente a desembolsos iniciales importantes: la compra de uno o varios inmuebles, la construcción de nuevas instalaciones empresariales, etc.
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